Música persa

Música clásica persa

La música iraní es una de más antiguas del mundo cuya existencia se remonta antes de la historia, entre las tribus arias. Ellos han creado ritmos agradables tomados del sonido de la naturaleza que posteriormente se incorporó en las ceremonias reales, religiosas en las fiestas y en los campos de guerra llamado sonido de batalla. Por otro lado, sabemos que, en las diferentes ceremonias religiosas se usaba durante los recitales de los libros sagrados la música o un tipo especial de melodía.

La situación geográfica de Persia, que en la antigüedad se constituyó en el poderoso y temido imperio de Darío, la convierten en eje y fundamento de otras culturas más o menos fronterizas, desde las tradiciones clásica griega, bizantina y turca de Asia Menor al Asia Central, norte de la India y hasta el occidente de China. Y desde su conquista por los árabes, su influencia indirecta a través de la cultura islámica se ha hecho sentir en el Medio Oriente, el Magreb y el Mediterráneo en general.

Las primeras referencias históricas nos remontan al imperio aqueménido (del 550 al 330 AC, cuando fueron derrotados por Alejandro Magno). Este último instaló a los seléucidas a los que siguieron los partos, una dinastía también bajo influencia helénica que dominó la zona hasta el siglo II de nuestra era, a la que sucedió el imperio sasánida (226-651) hasta el momento de la conquista e influencia islámica, que se vio interrumpida entre los siglos XI y XV por las conquistas turcas y mongolas, viviendo un período de independencia y renacimiento bajo el reino safávida entre 1499 y 1746.

Trasfondo histórico

La influencia de música persa viaja más allá de sus fronteras en alas de individualidades como el esclavo liberto persa Zyriab, que huyó por celos profesionales de la riqueza y refinamiento de la corte bagdadí para instalarse en el recién nacido y floreciente califato de Córdoba, donde dio a luz al repertorio básico de la música andalusí, las 24 nubas o suites de temas musicales, que, con las variaciones propias del paso del tiempo y el aporte de los grandes maestros, ha llegado a nuestro tiempo.

La porosidad de las fronteras en la antigüedad también llevó los aires musicales persas a todo el centro de Asia y más allá, hasta los territorios uigures de la China islámica. Por su parte, los persas incorporaron a su bagaje sonoro muchas de las pautas que desde tiempos milenarios se gestaron en la India, y especialmente las bases teórico-filosóficas de los sabios de la Grecia antigua. Por ello, al menos en el plano teórico, hay un punto de coincidencia más que superficial entre los primeros tratadistas persas (e islámicos, por derivación) como Al Kindi (c.801-866), Al-Farabi (¿- c.950), Avicena (c.980 – 1037), Razi (¿ – 1209), Safi al-Din (¿ – 1294), Shirazi (¿ – 1310) o Maraqi (¿ – 1432), y las categorizaciones tonales de las iglesias cristianas de occidente. Sin embargo, la praxis o aplicación en la interpretación de los mismos principios, se tradujo en ambos casos en unas sonoridades y formas de hacer música muy distintas al oído.

Sin embargo, reconstruir la historia de la música desde períodos tan antiguos resulta más difícil, principalmente porque la mayoría de la música clásica persa es improvisada y su transmisión, básicamente oral, de profesor a alumno. La información que se tiene sobre la música persa más antigua llega a nosotros indirectamente, a través de pinturas, cerámicas y poesías, así como por los escritos de autores como Herodoto, Xenofonte o Ateneo. La leyenda atribuye al legendario rey Jamshid la invención de la música. También sabemos que el emperador sasánida Xosro Parvis (que reinó bajo el nombre de Chosroes II entre el 590 y 628) fue un gran mecenas de músicos, entre los que se incluye la figura del legendario Barbod, al que se atribuye la creación del sistema de las siete dastgahs o modos reales (xosrovani), junto a otros 30 modos derivados (lahn) y 360 melodías (dastan). El repertorio de la época se completa con creaciones de Nakissa y Ramtin.

A partir de la conquista islámica en el 642, la información es mucho más amplia, como el Kitab al Aghani de Abdul Faraj al-Isfahani (897 – 967), una enciclopedia que en sus 21 volúmenes desgrana los nombres de virtuosos y de la música que tocaban.

Entre la música y poesía persa hay fuertes lazos y desde siempre la literatura y la música han sido inseparables. De hecho, la poesía inspira al músico y la música al poeta. En el libro titulado “el vínculo de la música y poesía” por Hasan Ali Madah, leemos: “en realidad la poesía es la música de las palabras y su manifestación musical se da en los recitales”. La mayoría de los poetas persas eran músicos y en sus versos mencionan distintos instrumentos musicales o los nombres de los maqams.

La estructura general de la música persa:

El Radif

El repertorio clásico de la música persa, perpetuado a través de la tradición oral, consta de un corpus de piezas conocidas como Radif. Dichas piezas se organizan en 12 colecciones, de las cuales siete son estructuras modales básicas, similares a los maqamat de la música árabe y conocidas como dastgahs (sistemas), cuyos nombres son Shur, Homayun, Segah, Chahargah, Mahur, Rast-Panjgah y Nava. Los otros cinco modos son secundarios. De ellos cuatro (Abuata, Dashti, Bayati Tork y Afshari) son derivados del dastgah Shur; mientras que el quinto, Bayati Isfahan, es un sub-dastgah de Homayun. Las piezas individuales de cada colección reciben el nombre de gushés: más que una obra en sí, fórmulas modales melódico-rítmicas sobre las que el intérprete improvisa. Por ello, una misma pieza tocada incluso por el mismo músico en un mismo concierto será diferente en su melodía, forma, duración e impacto emocional.

Chahargah چهارگاه
Bayati Tork آواز بیات ترک
Dashti آواز دشتی
Shur شور
Abuata آواز ابو عطا
Afshari آواز افشاری
Mahur ماهور

Los modos persas se construyen a semejanza de los del antiguo sistema griego, es decir, mediante la conjunción de dos tetracordios (fragmentos de escala de cuatro notas). Estas escalas o modos siempre tienen siete notas, sin cromatismos, aunque su afinación varía algo en relación a la occidental. Por ejemplo, poseen un intervalo de segunda neutra, entre una menor y una mayor. Algunos modos también poseen un intervalo mayor que la segunda mayor sin llegar a ser aumentada. En cuanto al ritmo, la mayoría de gushés no poseen una estructura de compás estable, mientras que los de corte danzante en compás binario, terciario, cuaternario o asimétrico, hunden sus raíces en las músicas folclóricas de la zona.

Al igual que otros géneros del Asia Central, la música persa es monofónica, es decir, que todos los instrumentos tocan el mismo esquema melódico sin connotaciones armónicas; es modal, permitiendo cada modo distintos tipos melódicos o gushés; en su afinación utiliza algunos tonos ajenos a la división temperada de la octava en 12 semitonos iguales; y cada pieza suele incorporar varias pausas. Pero, a diferencia de los estilos musicales cercanos, la música persa se distingue por el estrecho ámbito de sus melodías; los pasos conjuntos, sin saltos en la melodía; el acento en la cadencia, simetría y la repetición de los mismos motivos melódicos en diferentes alturas; unos patrones rítmicos simples, de tempos rápidos; una ornamentación florida; y la decoración vocal llamada tahrir y parecida al yodl. Otra distinción es el fraseo de los gushés, que se adapta a los pies rítmicos poéticos.
Las formas de la música clásica persa son cuatro: una para la voz y tres para las partes instrumentales. El pishdaramad es una forma instrumental atribuida al maestro del tar Darvish Khan: una especie de preludio al daramad (una especie de guión o esqueleto personal y reconocible de la realización) de la dastgah, que pone fragmentos melódicos de algunos de los gushés en compases de dos, tres o cuatro tiempos. La forma instrumental del cheharmezrab se asimila al taksim de la tradición árabe: una pieza solista rápida que utiliza la melodía a la que precede. La última forma instrumental es el ring: una pieza de carácter bailable que suele finalizar la dastgah. Por su parte, la forma vocal se llama tasnif: su carácter es similar al pishdaramad y suele anteceder al ring final.

Los gushés suelen tener una forma interna de arco que asciende hacia el clímax (auj) a unas dos terceras partes de la pieza para resolver luego en el modo y tono inicial de la melodía, de forma muy similar a cómo progresan las melodías de la tradición clásica de Occidente. La interpretación de este repertorio de fuerte espíritu improvisatorio genera un efecto llamado hâl, o inspiración, capaz de sacar de la realidad conciente tanto al oyente como al músico. Esta tradición se nutre particularmente de la filosofía mística sufí, especialmente en lo que a la temática de sus poemas se refiere y a la interpretación vocal (âvâz) de la dastgáh. Cada línea poética se canta con una melodía distinta según la secuencia de introducción vocal, misrâ (medio verso), ornamentación vocal (tahrîr), segunda misrâ, tahrîr y vocalización final. La métrica de los pies de la forma poética del ghazal forma la base de la interpretación elástica del ritmo.

Cada dastgah contiene de 10 a 30 gushés. La tónica se denomina shahead y cambia con el devenir de los gushés, creando modulaciones que generan un espacio sonoro. También existe una gravitación tonal secundaria que suele estar en la cuarta o quinta perfectas respecto a la tónica.
Volviendo a la afinación, cada instrumento debe ser capaz de hacer sonar 16 notas distintas por escala. Si tomásemos como base al Do, las notas serían, aparte de las naturales Re, Mi, Fa, Sol, La y Si, las alteradas Mi bemol, Fa sostenido, La bemol y Si bemol, junto con un Re medio bemol (entre el Re bemol occidental y el Re natural), un Mi medio bemol, un Fa medio sostenido (entre Fa natural y sostenido), un La medio bemol y un Si medio bemol. De ese modo, por ejemplo, la dastgah Shur se conforma así: Sol-La-Si bemol-Do-Re-Mi medio bemol-Fa, siendo la tónica principal Sol y la secundaria, Re; mientras que la Homayun tiene las mismas gravitaciones tonales, pero en la sucesión Sol-La medio bemol-Si bemol-Do-Re-Mi medio bemol-Fa sostenido.

Músicas persas. Una tradición milenaria con escaso eco en Occidente

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