Arte y Cultura

Irán fue, durante muchos siglos de la edad antigua, foco de cultura y civilización. Muchos de sus reyes y gobernantes han pasado a los anales de la historia como grandes e ilustres pensadores. Ciro II y Darío I, fundadores del primer imperio persa en el siglo VI a C., estuvieron considerados como modelos de sabiduría y genio político.

Irán fue la cuna de Zoroastro, impulsor de una de las religiones más antiguas del mundo, y también de pensadores como Avicena y Alfarabi, filósofos musulmanes cuyas traducciones de los clásicos griegos abrieron nuevas puertas a los estudiosos occidentales. La poesía clásica persa representa una notable contribución a la literatura mundial.Irán cuenta con algunos de los mejores ejemplos de arquitectura religiosa de todo el mundo.

El patrimonio artístico de Irán es de un gran valor histórico, arqueológico y arquitectónico, ya que se remonta a miles de años atrás. De su importancia da idea el hecho de que los vestigios más antiguos encontrados, restos de vasijas de cerámica, datan de hace casi 5000 años y pertenecieron a una civilización relacionada con Mesopotamia, donde los estudiosos afirman que nació la civilización. Visitar el Museo Arqueológico de Teherán es un modo excelente de contemplar y descubrir algunos de los tesoros dejados por las diferentes civilizaciones. Pero en todo Irán existen múltiples lugares en el país que son como museos al aire libre.

Persépolis es, sin duda, uno de esos museos, ya que aquí se encuentran las construcciones más antiguas que corresponden al imperio persa de Ciro. La antigua «Parsa», capital del imperio, fue destruida por Alejandro Magno pero todavía se pueden admirar los restos que quedan y que muestran, con toda claridad, la grandeza y el esplendor de una ciudad que fue embellecida por los más afamados artistas y artesanos. Sus ruinas siguen dando hoy día muestras de la fastuosidad y la riqueza que la ciudad tuvo en sus tiempos de gloria. Los relieves que decoran las grandes escaleras de acceso, así como los restos de los palacios construidos por Darío, Jerjes y Artajerjes, junto a la inmensa Apadana donde se reunía la corte, son obras extraordinarias dignas de admiración.

Un país como Irán, que ha visto pasar por sus tierras los imperios más poderosos y las culturas más refinadas de su tiempo, debe, forzosamente, guardar preciados tesoros de este paso y ser depositario de lo mejor que cada cultura aportó a la civilización y al arte. Así, tenemos la herencia de los sasánidas que dejaron un rico legado a través de los palacios, la fabricación de ricas telas, los magníficos objetos de metal ornamentado y la talla de esculturas monumentales en la roca de las montañas.

Otro de los importantes imperios que ha quedado reflejado en numerosos testimonios es el de los árabes, que infundieron nueva vida al arte y a la arquitectura persa con su aportación. La tradicional prohibición islámica de representar figuras vivas en un contexto religioso, hizo que los artistas orientaran sus obras hacia la ornamentación a base de formas geométricas, florales o caligráficas. Esta tendencia queda reflejada perfectamente en el estilo tan peculiarmente árabe como es el arabesco, del cual han dejado extraordinarias manifestaciones. Existen paredes enteras bellamente labradas con versículos del Corán.

La dinastía Omeya que gobernaba desde Damasco asimiló las tradiciones sasánidas, y sus sucesores abasies, que trasladaron su capital a Bagdad, en lo que hoy es la vecina Irak, estuvieron absolutamente influidos en sus manifestaciones artísticas por los conceptos iraníes. Bagdad adoptó incluso la forma tradicional iraní de la ciudad-palacio. Hacia el siglo X Irán era, posiblemente, el principal centro mundial de la literatura, el arte y la ciencia.

Aunque los siglos XIII y XIV trajeron la destrucción y el saqueo de múltiples monumentos por los mongoles, éstos también aportaron los mejor de su cultura introduciendo en el país la pintura en miniatura, técnica que fue utilizada para ilustrar libros. Uno de los más bellos ejemplos de ilustración que han llegado hasta nosotros es el Libro de los Reyes (Shah-Nahma). Esta técnica trascendió posteriormente a Europa de mano de los conquistadores árabes.

Con la posterior dinastía safawi el arte progresó aún más, alcanzando su apogeo arquitectónico cuando trasladó la capitalidad a Ispahán. En la ciudad todavía podemos contemplar la magnificencia con que Abbas I dotó a la ciudad. La mezquita real Masjid-e-Sha, los Cuatro Jardines o Chahar Bag, con sus terrazas a 12 niveles o la mezquita del jeque Lutfulla, son sólo algunos magníficos ejemplos que todavía hoy podemos contemplar.

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